lunes, mayo 02, 2005

BAFF cine sin fin y la política de los autores

En el BAFF (Barcelona Assian Film Festival) de este año se proyectan más de 40 películas y más de 20 documentales. Dura poco más de una semana. Así que es imposible verlo todo. Como mucho 27 o 30 películas, si viera tres cada día (que es lo que hago, por cierto).
Pero también sucede, como dice mi amga Alicia, que ver tanto cine seguido es algo parecido al efecto Stendhal: el mareo físico o espiritual que sufren quienes ven en Florencia demasiadas cosas bellas juntas. Hace poco lo sufrí en Roma, donde me sentí incapaz de ver la Capilla Sixtina, porque ya no podía asimilar tantas cosas bellas juntas. Y después dicen que la belleza no existe. Lo siento por quienes no son capaces de percibirla o tal vez yo sea un enfermo por encontrar tanta tan fácilmente. Divina enfermedad.
Pero es cierto, que cuando veo una película que me gusta mucho no suelo tener ganas de ver otra, porque sé que eso hará que no pueda paladear el regusto de lo que acabo de ver. Pero con el Baff hago una excepción y caigo en la glotonería.
Ayer me decía Iván, mi padre, que él tiene sentimientos encontrados respecto al cine asiático: unas le gustan, otras no, e inluso algunas películas de un director le gustan y otras del mismo director no. Claro eso es lo razonable, le dije. Pero es cierto, como él me recordó que la política de los autores defendida por Truffaut decía que cualquier pelicula de un buen director, por mala que fuera, era más interesante que la mejor película de un mal director. Yo no estoy de acuerdo con eso. Es cierto que hay directores especialmente interesantes, pero eso no garantiza que todas sus películas sean interesantes. Topaz y Cortina Rasgada, de Hitchcock a mí no me interesan nada (aunque quizá sea culpa mía) y prefiero casi cualquier otra película de un director mediocre. Creo que la opinión de Truffaut es un abuso de la estadística: que un autor sea interesante en el 80% de lo que hace no significa que lo sea siempre (ni siquiera Shakespeare se libró de escribir alguna cosa bastante floja, como Los dos hidalgos de Verona, tal vez). Si fuera tan fácil ser siempre interesante, los autores no se romperían la cabeza pensando qué diablos hacer o sufriendo terribles bloqueos . Todo el mundo está expuesto a hacer alguna vez algo mal, regular o poco interesante, sobre todo en el cine, donde se depende de tantas cosas: el dinero, el guión, los actores.

Continuará...